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LA ULTIMA CENA
Cristo, el Dios y Hombre verdadero se entregó a lo divino. Para el Gran Creador no hay ni ayer, ni hoy, ni mañana; todo está presente. Dios inventó la continua presencia de la Ultima Cena: La Eucaristía. Es una más de las múltiples maravillas nacidas de este misterio del Don: Esa incesante donación de la vida divina, por el Espíritu Santo, a toda criatura humana. Dios es Amor y ama gratuitamente siempre y a todos.
La Ultima Cena fue un episodio grandioso que transcurrido en el atardecer de un jueves de Pascua, a las afueras de la ciudad de Jerusalém (centro del mundo según la tradición judía). Esta realidad histórica se expandió misteriosamente como un poderoso big-bang a lo largo y a lo ancho del universo llegando a todos los espacios y a todos los tiempos.
¡Qué sentimientos de amor, de gozo, de triunfo tendría Cristo en la última cena! Acepta su misión de Redentor, y sabe que las próximas horas serán duras, terribles, pero saborea el horizonte infinito de la “utilidad” de su sacrificio: Ver que la salvación llegará a muchísimos hombres y mujeres.
El reparte su cuerpo entre los doce pero sabe que sus palabras y sus manos se encarnarán en miles de palabras y manos sacerdotales que harán presente Su Sacrificio, y Su Cuerpo será repartido y llegará a millones de humanos.
La Ultima Cena debería llamarse la Primera Cena Universal. A partir de aquel dia, el Espíritu Santo “en esta incesante donación de la Vida Divina”, que desde la eternidad se da a todo lo creado, actúa de un modo nuevo y misterioso: Mantiene todo lo creado, ilumina el espíritu de todo ser humano y, además, en cumplimiento del mandato de Cristo “Haced esto es conmemoración mia” hace presente el Cuerpo y Sangre de Cristo sobre el altar, a la libre invocación de un hombre-sacerdote. Realmente es el poder de Dios actuando en beneficio de los hombres de todo tiempo y lugar.
Con su vida Cristo nos salvó: Somos criaturas de Dios convertidas, por Cristo, en Hijos de Dios; y por Cristo, también, tenemos la luz del Espíritu Santo que ilumina nuestras conciencias y además, gracias a El, le tenemos a El mismo como alimento. ¡Cuantas maravillas ha inventado Dios para que los hombres le conozcan, libremente le amen y puedan alabarle eternamente. Los Apóstoles estuvieron a su lado en la Cena de Pascua; pero el explendor del amor de Dios-Hombre llega hasta nosotros. Gracias a la transmisión de la fe, generación tras generación, disfrutamos de la presencia atemporal de Jesús que vivió en Nazaret hace dos mil años; es nuestro alimento y, nosotros con El, alabamos a Dios y damos gracias por Su magnificiencia.
Febrero 2009
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