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INTERRELACION
Dios ha inventado al hombre a Su imagen y semejanza: es persona y tiene cuerpo y alma. Porque tiene alma, espíritu, es libre y capaz de pensar en Dios; es libre para responder o no a Su amor. El Dios creador espera que nuestras decisiones tengan como fin agradarle y agradar al prójimo qué es también agradar a Dios. Actuar así es bueno para el hombre y para toda la humanidad. Para toda la humanidad, porque cualquier decisión de nuestra voluntad, de todos y cada uno de los seres humanos, repercuten en el espacio y en el tiempo, a todos los demás humanos. Nuestro hacer impacta y rebota sobre los más próximos y, estos sobre otros y, esos otros sobre otros muchos; así, en la familia , en el trabajo, en el pueblo, en nuestra generación y en las próximas. Nosotros “somos” según los impactos que hemos recibido de las generaciones que nos precedieron y, “somos” según cómo, libremente, nosotros respondemos a esos mensajes: lo recibido es moldeado por nuestras libres respuestas y decisiones, y así diseñamos el nuevo impacto que retransmitimos. En el mundo físico todo está relacionado: unas poderosas y sensibles leyes envuelven el universo. La vida navega entre ámbitos propicios y situaciones adversas, pero sigue adelante: lucha, se adapta, y crece aquí y allí. Todo está en movimiento, dando y recibiendo continuamente. Este ser tan maravilloso, tan completo, tan poderoso, llamado homo sapiens, no está sujeto, no está atado, se desplaza, pero está en el universo y como “todos” los otros seres recibe y da: está interconectado con el mundo que le rodea: astros, atmósfera, gravedad, magnetismo; plantas, animales, luz, agua…; y todo esto con lo que posee: celulas, órganos, fuerza, pensamiento, libertad.. Y también con el pensamiento y libertad de los otros humanos, y con las estructuras sociales que otros montaron y que él recibe y puede modificar. Ahora nuestro planeta tiene problemas; la sociedad no encuentra cómo estructurarse para que todos seamos felices. Los objetivos se desplazan en el horizonte y, en una carrera desenfrenada para alcanzarlos, el hombre, con su poderosa mente, resbala por la pendiente por la que trepa con furor. La humanidad lleva muchos años sobre la Tierra. El hombre, para su supervivencia, da y recibe de su entorno, como se ha dicho. Continuamente toma pequeñas y grandes decisiones, expresión de su libertad dirigida por su razón, y de estas decisiones pequeñas o grandes se derivan repercusiones pequeñas o grandes para el planeta y para toda la humanidad. ¿Cuántas generaciones han vivido de cara a Dios y cuántas Le han dado la espalda?. ¿Cuántas decisiones humanas han sido positivas para ir construyendo una sociedad armoniosa y feliz? y ¿Cuántas tomadas con orgullo, egoísmo u odio han encadenado la vida de muchos?. Hoy vivimos inmersos en lo bueno y en lo malo que construyeron las generaciones que nos precedieron. El hombre, usando de su libertad, ha hecho “lo que le ha dado la gana”. Dios es fiel, nos dio la libertad y no nos la quita. Pero está a la vista el desaguisado que hemos montado. Podemos imaginar una sociedad en la que la mayoría de los individuos eligieran en lo pequeño y en lo grande lo que es mejor y agrada a Dios, de verdad. Esta sociedad legaría a sus hijos paz, armonía y felicidad. Siglos y siglos con decisiones mayoritariamente positivas hubieran conseguido una humanidad sana, sabia, fuerte, sin odios, feliz…¡ y pensar que eso estaba y está en nuestras manos por designio del Creador! La crisis mundial dicen que es una crisis económica. Pero es una crisis resultado del mal uso, siglos y siglos, de nuestra libertad, en todos los ámbitos. Los desequilibrios nacen de decisiones egoístas y se recuperan si las nuevas medidas son buenas y adecuadas, buscando el bien de todos. En la naturaleza los desequilibrios se autoequilibran, pero allí solo actúan las leyes naturales y en nuestra sociedad interviene la voluntad humana que puede ser negativa o positiva ¡Qué grande es la libertad! ¡Qué enorme su fuerza!. Ahora hay que remar hacia el equilibrio.
Mayo-2013
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