R-24
EL ENCUENTRO
Nacemos y nuestra vida, corta o larga, termina con un encuentro. Todos sabemos que la muerte nos espera; pronto o tarde nos encontraremos con ella. Es una verdad incuestionable. Un dia, una noche, una mañana, una tarde, nuestro corazón dejará de latir y no respiraremos más. El frío se enseñoreará de todo el cuerpo y el cerebro dejará de trabajar y se convertirá en una masa inerte.
Quien no cree en la existencia de un Dios eterno, la muerte es el no ser. Pero si el humano tiene la dicha de haber escuchado, desde pequeño, la voz de su conciencia y, si en el entorno en el que creció está arraigada la creencia en un Ser Trascendente, ese ser humano, esa persona tiene la esperanza, la certeza que después de la muerte se encontrará con Dios.
Sabemos que tenemos espíritu y que nuestro espíritu es inmortal: Cuando el cuerpo pierde vida, él sigue viviendo en otra dimensión, porque el espíritu “no puede” morir; la naturaleza espiritual es creada para subsistir, es inmortal. Ese espíritu en el momento de dejar el cuerpo encuentra a Dios. Es posible pensar que ese encuentro esté lleno de pasmo y felicidad; el alma “siente” la presencia de Dios. Dios se le muestra misericordioso y justo, y si ha madurado como buen humano, “ve a Dios” y es acogido como hijo, hijo que ha alcanzado el fin para el que fue creado: vivir eternamente con Dios.
Si en el instante del encuentro la persona no tiene las condiciones plenas de hijo de Dios, es posible pensar que “siente” la presencia de Dios, pero todavía no le ve. Hay una espera dolorosa, pero llena de deseo y esperanza. Es una espera purificadora que sirve para alcanzar el estado de hijo de Dios en plenitud. Dios ayuda una vez más y colma a aquel espíritu del grado de naturaleza divina necesario para “ver a Dios” y vivir con El para siempre.
Si el que muere no quiso ser hijo de Dios durante el “tiempo” de su vida, es posible pensar que en el encuentro “siente” a Dios pero no Le ve. Deseará verlo, y sin esperanza se apartará de El. Es hijo de Dios creado para vivir con El, pero libremente rechazó su condición de hijo y para él Dios fué un enemigo. ¡Siempre el gran misterio del amor de Dios que “respeta” la libertad que nos dio! Las consecuencias del uso de nuestra libertad, en el pensamiento y en el hacer, son de trascendencia inconmensurable en esta vida y en la futura.
El encuentro llegará. No sé cuándo ni tampoco sé con certeza en qué consistirá. Sólo sé que Creador y criatura se encontrarán. Creo en este encuentro. Si no hubiera Creador o si tras mi último suspiro no hubiera nada… nunca experimentaría el chasco de haberme equivocado.: la nada es nada, si no soy no puedo ser consciente de que no soy. Pero si el encuentro se realiza, como esperamos, ¡qué nueva maravilla nos tiene preparada el Dios Creador, Padre, Salvador! Es enriquecedor vivir con esta esperanza.
Junio 2009
|
Copyright © www.reflexionesbreves.com |